12.4.09

NY: The night that never took place

A eso de las 00.00 del domingo, en el caos de no frigorífico - no calefacción - no agua caliente y sin dormir, me puse a escribir alguna cosa sobre NY. Evidentemente el cansancio pudo con mis neuronas y sólo me salió esto.

"Es sábado, es domingo y es lunes en este preciso instante. Vamos, hace nada yo me estaba levantando en una mañana neoyorkina totalmente cubierta de grifos aplatanados, esto es, lloviendo a cántaros; desayunando un trozo de la tarta de los tres chocolates y tomándome la última dosis de corticoides junto con el Tropicana No Pulp y el café salvador de todas mis primerizas mañanas neoyorkinas, por aquello de lo intensísimo que, según he descubierto, pueden llegar a ser los días que tienen 24 horas. Si algo he aprendido de este viaje, yo diría reforzado, es que el prisma contiene la sorpresa inesperada de poder ser girado y ofrecer un espectáculo que te pilla en bragas y en plena chulería de inspiración - que no expiración -"

Sigamos.

Nueva York. A todas las preguntas de "¡Baaaa, cuenta!" he contestado con "¿en serio? ¿intentiva de resumen? Porque son todo topicazos más que ciertos"... Lo único que saco en claro es que, de tener pelas algún día, hay razones más que convincentes para procurarse unas semanas al año en esa ciudad. Una locura, sí. Más que nada porque el alquiler de apartamentos no baja de los 4000 $, y no estoy hablando de típica zona modesta-pero-pija. Lógico: Nueva York. Tan lógico como eso, me resultó el poner un pie en sus calles y decir "vale, es como yo pensaba". Resulta muy natural ir por esa ciudad y estar entre rascacielos, pasear por el Central Park y andar entre escenas de millones de películas. Es un contexto que te esperabas. Y das saltitos, porque descubres que es verdad. Que todo eso en realidad existe. Que alomejor le quita un poco de magia rollo los reyes son los padres, pero estás en la puñetera definición de metrópoli, por dios, formas parte del espectáculo.

La verdad es que creo que, de todos los viajes que he hecho, éste es el más memorable de todos. Por la magnitud de todo. Alomejor iba con el rollo, pero eso de irse con 2 gramos de antibiótico, corticoides, anestésicos y protectores para el estómago por todo el petamiento medicional vía intravenosa a tres míseras horas de tener que estar en la T4 y reunirme con mi señor pater... le pone emoción al tema. Y unos cojones me iba a quedar yo en tierra, hubiese el apocalipsis que hubiese entre mi garganta y oídos. Así que, y sin ánimo de victimear (bueno, un poco, que estaba sola y todo el mundo de resacón indisponible) me desperté a las 6 am del día de partida muriéndome de dolor y, tras vomitar un antibtico, pillé un taxi con la maleta directa a Urgencias. Yuhu! Por lo visto tenía ahí dentro una auténtica legión de romanos haciendo de las suyas, o placas de pus y amígdalas camión por doquier. El caso es que es muchísimo peor que te pillen la vía intravenosa en la muñeca, Pesadilla de las Pesadillas Quiero Gritar y Patalear, para estar dos horas en una camilla recibiendo mierda salvadora por las venas. Y me fui al aeropuerto con el mayor colocón de mi vida, pero nevermind, me iba a Nueva York.

El viaje moló, el de ida mola. Sacamos fotos a champiñones que estaban liando tormentas abajo, vimos al demonio sobre una nube y hablamos sobre cómo Nietzsche acabó siendo lo que fue; los viajes con mi padre prometen ser muy peculiares, aunque vayas hasta el culo de medicinas e Iberia siga ofreciendo la misma comida de toda la vida: pasta o pollo, pollo o pasta. Mi madre nos recibió en el JFK intentando hacer una foto con su móvil en el momento aparición, cosa que me emocionó aún más que el mero hecho de haber llegado a NY, porque mi madre es la persona menos apta para la tecnología que no es Mac (y por práctica irremediable de los años), no es ni capaz de abrir un mísero mensaje de texto en el móvil. Por eso salimos despollaos, y también movidos.

De los primeros días, antes de que la sista aterrizase también en NY, recuerdo las mayores palizas. Con la gilipollez, el primer día nos comimos andando todo el Upper West Side bordeando el Central Park, por la calle en la que están los famosos edificios Dakota, El Dorado, y éste que no me acuerdo en el que no dejaron a Madonna ni a Antonio Banderas pillarse un apartamento porque a los residentes del mismo no les salió del mismísimo. En las calles que aparecían perpendiculares ya se veían todos los edificios con las escaleras de incendios exteriores, y por tanto... se veía Nueva York. Ni que decir tiene que estuve descubriendo América en cada uno de esos primeros pasitos. Cuando termina esa calle que bordea el West del CP, te topas con Colombus Circle, donde hay un Colón que, básicamente, indica que empieza el lío de torres. También allí está el Whole Foods, inserto en un centro comercial Pijez de las Pijeces, y vive dios si no acababan sacándome de allí a patadas (gracias a dios, hay que comer, y gracias a dios, existe el Supermercado de los Supermercados donde poder comprar esa comida, ay). Cayó mucho de Broadway, que será por lo pequeña que es, y allí cayó el sombrero, entre taxis, luces y ese dios mío, no puedo creer que esté aquí. Mientras tanto y según las cosas, yo cumplía 22 años.


Champiñón formatormentas en el medio del Atlántico


Vistas desde aposentos, Upper West Side.



Columbus Circle


Broadway


La menda y el sombrero en Broadway


Pa y la menda, cerca del Supremo

Con los quince, veinte kilómetros diarios, nos pateamos el American Museum of Natural History, visita obligada si eres un freak de los Museos de Ciencias Naturales y de los dinosaurios. Eso sí, un puto caos de museo: ni el metro le superaba en señalización de mierda. Por lo demás, cojonudo: sales de allí divagando sobre el Universo y el por qué y el hacia dónde, y te lo han enseñado todo con tanta cuquez que es como si recibieras un Érase una vez el Mundo en un curso intensivo. Muy guay.

No tan guay la Ground Zero. Es un poco tétrico decirlo, pero el
morbo me llevó hasta allí, comiéndonos toda la Downtown. Evidentemente impacta, de hecho no te lo crees. No puedes evitar mirar hacia arriba e intentar hacerte a la idea de todo aquel percal, el edificio más alto que tienes a tu alrededor es tan inmenso, tan alto que, sin embargo, sólo es una tercera o cuarta parte de lo que eran las Torres Gemelas. El hueco, con las grúas y los Memorial por todas partes, es como una especie de pozo gigante y la verdad es que sólo piensas: Hijos de Puta. Por lo demás, un negro predicando a voces los detalles de aquel día, con su chiringuito de fotos en álbumes montado, y un grupo de curiosos escuchándole. Ah, y una rata. No son tan feas, a distancia.

Hablando de animales y poniendo un poco m
ás happy el asunto, las ardillas de Nueva York son más simpáticas que las de Londres. Hay millones, con sus movimientos de bala, conviviendo a regañadientes con los pájaros naranjas y negros (¿cómo coño se llamaban?) que, por cierto, eran un poco tontos y tenían la tripa muy gorda. No se me va a olvidar en la vida el día que mi hermana y yo estuvimos detrás de uno en CP para hacerle una foto, y el cabrón sólo se metía debajo de los bancos, correteando de uno en uno, como si percibiese el objetivo de la cámara de mi hermana a metros de distancia. Gordo asqueroso. El caso es que, si tengo que reencarnarme en algo, por favor que sea en ardilla. Qué cracks que son, qué listas y qué manitas... con esas manos se pueden hacer muchas cosas. Seguro que también hay pianos para ardillas.

Groove St con Bedford St. Apartamento de Friends. Jamás imaginé el percal que me encontré allí: tres grupos de personas de distintas nacionalidades en esa puta esquina, divagando acerca de qué edificio era y contrastando opiniones (porque la puta verdad es que, de primeras, no se reconoce. Mierda de televisión). Te entra un sentimiento de... hermandad, de humanidad, de... yo qué sé, en cualquier momento sale Joey asomándose y le pega una voz a Ross, que está en el edificio de enfrente, para que le pille un bocadillo de... alndigas! Y darías algo porque saliesen los seis, en busca del Central Perk... y los abrazarías y les darías besitos porque les quieres mucho. Te lo crees todo. Los reyes no son los padres, vaya. De ahí las cuarenta mil fotos que me hice en esa esquina, desde todos los ángulos posibles. Y no fui una vez: fui dos.



American Museum of Natural History


Apartamento Friends

Ground Zero


Ardilla simpática

Luego ya llegó la sista, y entre discusiones familiares por el rollo independiente que llevamos cada cual, cayó el MOMA, Ferry Staten Island-Manhattan, Empire State Building, tienda de Apple en la Fifth Avenue y en Prince St, tienda de peluches en la Fifth también, perdernos por CP, Rigoletto en la Metropolitan Opera House, garito Fat Cat en Greenwich Village...

En el MOMA empecé con mal pie. En la primera planta tenían una exposición de ésas posmodernas que tanto odio con tanta alma. Trozos de cartón pintados de negro formando un zurullo en la pared, pegados con chinchetas. Arte. Un enorme montón de cajas de embalaje acumuladas encima de una superficie blanca en medio de una habitación. Arte. Una raya roja, vertical, muy fina sobre un fondo blanco. Arte. Un papel arrugado un par de veces en un marco. Arte. Faltaban esos cuadros que hablan y... cualquier gilipollez que haría un niño de cinco años con una bolsa del Día (y no es ahogarse, aunque tiempo al tiempo). Puede conmigo, así que pasamos rápido esa "fase temporal" del museo y subimos a lo bueno, bonito, enorme. Merece la pena. Y hay que joderse lo que adoran a Picasso. Pero a mí me gusta más Miró. Y Popper.

El Ferry... bueno, cogimos ese porque era gratis. La única cosa gratis de todo NY, probablemente. Y convencidos quedamos de que era porque, de no ser gratis, ni dios se iba a vivir a esa isla (Staten Island). Como partía de Manhattan y toda la hostia, nos venía de perlas para las vistas y para echarle un ojo a la estatua de la libertad. Por cierto ésta es diminuta. Toda la vida viendo el farolillo en proporciones gigantescas y luego resulta ser un cagarro. Así no. Por lo demás, muy mono todo, si no fuese porque había una niebla del copón y el cielo estaba cabreadísimo. Creo que fue el mejor viaje que hemos hecho en la vida: hora y pico entre coger el ferry y llegar a Staten Island, otra hora y pico entre coger el ferry y llegar a Manhattan. Con el cambio de "salida a entrada" en la estación. Cunde que no veas, vaya. Es ver mundo.

Empire State Building. Empire.......... aaaay. El frikismo puede, y nada más entrar al hall (a uno de los cien mil halls, se ve) mi hermana y yo nos miramos y dijimos "coño, el capítulo de HIMYM, La primera vez en NY". Da igual, porque no tenía nada que ver con la escena de la serie. Nos tiramos una hora haciendo cola, entre pitos y flautas y controles y tickets y su aura de coñazo fase por fase, hasta llegar al ascensor. Ochenta y no sé cuántos pisos a toda velocidad, con los oídos taponados. Gracias a dios, porque nos tocó ir con cuatro yankies gordos y apestosos, y daba la impresión de que en cualquier momento saldría algo de sus enormes culos. No sé, intuición de esa.
Las vistas son la hostia, evidentemente. Pero lo más gran
de fue que subimos alrededor de las ocho de la tarde, y pillamos el día, el atardecer y la noche. Increíble. E increíble, de nuevo, el vértigo que daba mirar para abajo y acto seguido pensar que ni siquiera el Empire alcanzaba en altitud a las Torres Gemelas. Yo... no sé. Me acojoné. Porque encima no hay más que helicópteros por todas partes, y aviones. Y entre todo el mess de contrastes, estás como colocado. La palabra es "demasiado". Y que hay cosas que es imposible describir al dedillo, a menos que te aisles en un monte cuatro meses y memorices un diccionario de sinónimos capaces de hacerlo.

En las tiendas de Apple y de los peluches, happiness a tutiplén. Maldita sea, si es que hay de todo. En Apple tenían todos y cada uno de sus productos para toquetearlos y babearlos, incluso un grupo de ordenadores para los peques en el suelo, para que jugasen. La Genius Bar me pareció alucinante, 24 horas de servicio técnico al que llevar tu historia para que te la solucionen, previo llamamiento por pantalla de tu nombre. Un día te levantas a las cuatro de la mañana, meas y decides comprarte un Mac en ese mismo instante. ¡Genial!, y luego estaban los "cursos". En la tienda de Prince St pillamos empezando un curso de nosequé programa de ordenador para crear música electrónica, o básicamente música a secas. Así que ahí me planté, y en cinco minutos el tío había conseguido que los que allí estábamos sentados observando llegásemos a mover las piernas, de los ritmos que explicó e inventó.
La tienda de peluches.... joder. De ahí sí que costó salir. Todos, TODOS los peluches imaginables estaban allí. Hasta un Tiranosaurius Rex tamaño semáforo, por 500 $. Nos perdimos, los cuatro, y de vez en cuando nos encontrábamos con un orangután enganchado a la cintura, o buceando entre millones de paridas de juguetes. Debo decir que, de unos diez peluches que seleccioné, sólo me pude llevar uno. Es una rata-ardilla-conejo-canguro super mona. Viva Dios si yo vuelvo a esa tienda y me llevo los nueve restantes.



Person throwing a stone at a bird, Miró. MOMA


Vistas Downtown desde el Empire


Us subidos al Empire. De fondo, el Houston River


Houston River, West


Tutiplén! Midtown


Pa con Sr Mono


La menda con el Sombrero Seleccionador

Sista con Sr Orangután, se lo llevó :)

El mismo día de los peluches y la 5ª y estar frente al Hotel Plaza e imaginarme a Truman Capote desayunando enfrente de él, resulta que íbamos a ir a la Metropolitan Opera House. No a visitarla, sino a ver una ópera allí, previa compra hace meses de los tickets a mano de Pa, detallazo (increíblemente caro, por otra parte). Y, con la mochila con el parche de Deftones y los vaqueros, allí que me planté en uno de los palcos. Que de haberlo sabido, me visto de princesita, porque era increíble cómo iba vestido el personal. Yo sabía algo del público de la ópera neoyorquina, pero jamás me imaginé un percal así. Vimos y oímos una Rigoletto perfecta, perfectísima, con los pelos de punta. También me apunté ver allí, algún día, La flauta mágica o Don Giovanni. Teniendo en cuenta que son mis greatest de las óperas, podría tener un derrame cerebral de la cantidad de pasión puesta en el tema. A la salida nos acordamos de la frase de Woody Allen en Misterioso asesinato en Manhattan, cuando baja las escaleras de la Metropolitan Opera House: "Cada vez que escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia". Por si queda alguien por enterarse, llevo con esa frase en la cabeza desde ese día.

La última tarde-noche, del viernes, fue un absoluto sin parar. Después de repetir ciertos sitios que la sista no había visto por llegar más tarde, tocó que
ella y yo nos perdiéramos por Greenwich Village, barrio cuco por definición. Ahora está petado de snobs, de ésos que coleccionan los trozos de cartón negro hechos un zurullo y pegados con chinchetas en la pared por los que han pagado una absoluta pasta. Pero es adorable. Unas casitas preciosas, unos colores tremendos y... el apartamento de Friends, osea que qué decir. También es una zona de marcha bastante considerable, si tienes la pasta, osea, unos 100$ por noche. Buscamos una de las tiendas de discos que cierto señorito vino a aconsejarme, y si bien encontramos algunas cerradas, entramos en la de Bleecker Records. Y encontrabas todo lo que querías y más, aunque no precisamente barato. Aún así, casqué el Always outnumbered, never outgunned de Prodigy por unos 7$, nada mal. Después, quedamos con una colega de la sista que anda viviendo por allí, y después de patearnos millones de garitos en busca de algo medio aceptable de pasta (incluído el Café Wha?, que no acabamos pagando pero vuelve a vivir dios si un día lo hago) nos metimos en el Fat Cat, que por 3$ escuchábamos jazz y gospel. Decir que era como un trastero gigante, con miles de billares y futbolines y sofás y mogollón de mierdas típicas de un trastero, decorativas, pero... al mogollón. Y a oscuras, prácticamente. Miedo me dio cuando, al irse estas dos a pillar bebida, me quedé sola en un enooorme sofá, y un negro bastante majo vino a pedirme "fuego". En fin, no era día..

Y luego ya viene lo tristón y lo acabado. Llegamos al apartam
ento (al grito de ¡taxiiiiiii!) y me encontré dos tartitas de chocolate muy enanas, dispuestas a que les clavaran 22 velas, a las dos de la mañana. Así que, cinco días después, estaba cumpliendo realmente esos años. Muy guay.



Metropolitan Opera House, antes de Rigoletto


Garito Fat Cat. Es flash, porque estaba totalmente oscuro


La menda en la Met Opera House, happy



Tartitas! Destrozadas post velas

Me dejo millones de cosas en el tintero, como cuando puse un pie en el Bronx, o la putrefacta mierda que es el Subway de NY en básicamente todos los sentidos (y nos quejamos, aquí), o los benditos hot dogs de esa ciudad... lo que tengo muy claro es que es demasiado diferente, es que son puntos del prisma totalmente distintos, y que un viaje así (y no tan exagerado) te descoloca los esquemas de forma tan brutal que, cuando vuelves a recolocarlos, siempre hay una mínima parte modificada para siempre. Alomejor me cuelo, pero creo que es una sociedad muy pragmática. Tan pragmática, que si les llega alguien con una idea que, básicamente, de dinero, da igual de dónde provenga, quién sea y qué calza, que, currándoselo, tirará. Cosa que aquí no pasa. Sólo tienes que pisar su metro para darte cuenta de la extrema independencia que visten: ni dios mira a nadie. Un yankie lo pasaría realmente mal en este país: te analizan hasta la médula. La curiosidad, el cotilleo y la jodida comparación están a años luz de lo suyo. Quizás suena triste, quizás suena robot... pero que te valoren como individuo y no como "masa" es una absoluta delicia, y bien podríamos aprender de ello. Ya sé que su concepto de libertad dista mucho del teórico, pero en eso nos ganan y con creces. Se respira "oportunidad". Me da igual el sentido que pueda derivarse de esto, hay que ir allí y verlo.

Y es que realmente podría tirarme años hablando de lo que supone un viaje a Nueva York. Pero aún quiero hablar del tema con la gente que lea esto y poder contarle cosas nuevas, así que voy a terminar con el único vídeo que tengo de allí, totalmente accidental y chorra, pero... ¿quién no querría asomarse a una calle neoyorquina, alzar la mano, gritar Taxi! y que uno apareciese justo al lado? Pues mi hermana hizo la coña... mi padre quiso hacer una foto... y salió un vídeo de 14 segundos absolutamente desechable, justo al pararse el taxi, pero que a mí me hace ilusión y ahí que lo planto. Y así, it's done.





He llamado al post "The night that never took place" porque es cierto que Nueva York nunca duerme, y porque en el viaje de vuelta amaneció a las tres de la mañana en medio del océano, con el espectáculo de una gama de colores que jamás pensaste existiría. Como la ciudad, ni más ni menos.

2 comentarios:

A las 4/15/2009 4:46 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

Gigantesco: has hecho lo que yo debí hacer, y nunca hice... y te ha quedado de putísima madre. Y no es coña, pero lo que más me ha molado ha sido el vídeo. Lo podías haber puesto sólo, y ya me habría dado una idea del rollo del viaje.

Ahora... tengo alguna que otra puntualización de repipi-Newyorkfruk, pero me las como todas.

Cuando ambos estemos podridos de pasta... ¿quedamos para unos algos, una vez al año, en el 2A?

(Y sí, cada vez más punki. ¿Qué pasa?).

 
A las 4/15/2009 9:01 p. m. , Anonymous cucufate ha dicho...

Mola! Aunque Estados Unidos y yo no somos muy amigos, la verdad no creo que vuelva. Prefiero otros destinos.

Lo del Museo de Historia Natural... espero que no sean tan abominable como el de Londres del que me tuve que salir llorando.

Y lo del MOMA... vamos a dejarte vivir, jeje.

Pero guapo, me alegro que te lo hayas pasado tan bien!

 

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