9.3.09

No, you'll never know

Ambiéntate en la promiscuidad. Largos pelos, melenas en su conjunto, siendo ondeadas por el movimiento animal de cualquier follada rabiosa, si me apuras, a cámara lenta. Nadie lo tenía previsto, estas cosas ocurren así, ocurren, sin más. Por el contrario, cuando un cuerpo se muestra demasiado, se conoce de antemano y en el momento de la verdad la atracción es mil veces menor que si se trata de una primera ojeada. No hay demasiada sorpresa. Puedes observar a la que baila encima de la barra y querer follártela, por supuesto que querrías follártela, pero en comparación a ese mismo cuerpo envuelto en mil cortinas de ducha y destapado en apenas décimas de segundo, el morbo y la excitación son diferentes.
Estás abierto a mil posibilidades, todas a completar, y lo estás mucho más porque precisamente te has encaramado a una columna, a una responsabilidad que aún no se ha hecho notar (pero lo hará), a un compromiso de las mismas características, quizás menores, que lo que tienes delante en este mismo instante. Cómo no vas a hacerlo, si el momento lo exige y hace rato dejaste de pensar. ¿Pensar? Ya tienes todos los ingredientes que concluyen en una desactivación de esas dimensiones: eres atraído, atraes; no se le puede pedir nada más a esta vida.

Esa melena se distribuye por tu cuerpo de un lado para otro. De su entrepierna a su cara, de su cara a su entrepierna; esa tía es insaciable. Sí, él lo ha hecho, y ella también lo ha hecho. Ninguno se ha portado bien. Ninguno ha tenido la moral que tantas veces esa mierda llamada amor ha intentado colar por algún entresijo del tiempo, desde que Wonderland mutó en Hurtland. A kilómetros de distancia, real o imaginaria, todo eso estaba teniendo lugar, pero todo se desmentía. ¿Por qué se luchaba, entonces?

No era rabia. Tampoco era decepción. Esas cosas no ponen cachondo a nadie. Uno se pone cachondo cuando realmente quiere ponerse cachondo, en realidad no es que una cosa vaya antes que la otra, pasa y punto. Y se reconoce, sí, ocurre. Por lo tanto, ocurrió así. Se quería hacer. Evidentemente todas los platos son mucho más apetitosos, o probables de ingerir, si el símil lo requiere, cuando están sazonados. Determinados sucesos hacen de especias, y en este caso es sencillo deducir el resultado.


Pero no es ningún manifiesto pesimista, ni mucho menos. Es la descripción del equilibrio de un show mafioso, donde las dos bandas juegan sucio, y una de ellas jamás sabrá las formas de juego que la otra banda ha usado. En algo había que diferenciarse, quizás en inteligencia, sin alardeo necesario. Bueno, igual sí.

1 comentarios:

A las 3/12/2009 9:41 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

Mmmm. No sé, yo creo que la rabia sí que puede poner cachondo... así como el odio. Puede que hasta la frustración. Y el dolor, por supuesto, que está presente. No sé, creo que hay que explotar más ideas "oscuras" acerca de los sentimientos y emociones socialmente impuestas.

Y por fin me voy a dignar a incluirte en los links, siempre se me va la bola xD

 

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