27.1.09

Please play this song on the radio

From higos to peras. Melones, de hecho. Y cojones, tiene la cosa.

Existen las analogías, benditas sean, y voy a hacer una ahora mismo. No tiene nombre tumbarte en un sofá con un buen libro o película o ensimismamiento si tu casa está recién limpiada y, tras esto, tú te has duchado al completo. La armonía y esas cosas tan utópicas y chorras tiene lugar en ese mismo instante. Todo pulcro. Si tuviese que imaginármelo de un color, sería entre amarillo y blanco. Debe de tener que ver ese líquido olor a limón con el que se limpia el baño. Probablemente hasta esté rico. La analogía de todo esto se corresponde con el hecho de follar con alguien limpio. Más allá de la cuestión, que las dos personas acaben de ducharse. Eso no tiene nombre. Las mayores guarradas del mundo son directas y al grano, la predisposición es perfecta. Un detalle que aún internet no ha facilitado... eso de mostrarse limpio cuando uno no lo es. Uy, que se nos ve el plumero. Igual cuando follemos mediante la Wii, y nos enamoremos única y exclusivamente de las personas a través de las fotos que van colgando por ahí, con esa tonalidad justa y esa sombra que le beneficia la lorza nº X, el hecho de limpiarte más allá de un par de pinceladas no tiene importancia. Total, la apariencia viajará por cables kilométricos, incluso por los cerebrales con una misma distancia, y whatever ever nevermind. No soy la única loca que lo piensa, ayer en la EOI tuvimos un debate tremendo sobre todo esto (lo último, porque la palabra sex sólo la utilicé yo, perdiendo un pelín las formas y el vocabulario).

Así que higiene. No estamos aún en esa época en la que, de no sentir, no sentiremos ni el olfato. Por favor, limpieza. No se trata de llevar cuatro desodorantes encima, ni de ducharse tras cagar, ni de echarse fragancias suaves con sabor a fresa perlada en las partes íntimas, ni de cepillarse los piños a cada miligramo de comida que ingieras.

Quizás pensar en la otra puta persona que va a aguantar tu aliento, que va a adivinar al detalle qué coño has cenado en la última semana porque oh sí, mundo, el aroma de las partitas bajas viene de ahí. Empatía, coño, que está en extinción. Te imaginas al olorcito en cuestión como una enorme masa de orcos bebé pegados los unos a los otros, formando un orco mayor, que canta:





Luego vienen las cosas raras, coño, normal.


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