Goodbye
Hasta siempre, abuela.
Sencillamente no se dice las suficientes veces. Menos aún cuando los kilómetros te separan de ellos, y son tres, cuatro, cinco personas a lo sumo. No se presta atención a lo que realmente vale en esta puta vida. No se merecen los detalles, no se merecen las verdaderas lealtades, no se valora hasta quince lustros después lo que has aprendido de esa gente que te ha cuidado y te ha querido. Sólo se aparenta estar en desacuerdo con sus posibles formas exigentes y sólo caes en el enorme hueco que llenaban cuando ya no están. Nos creemos que estamos aquí por obra y milagro del puto espíritu santo y que nuestras son las formas y los resultados. Y que ni dios nos diga nada. Ni dios nos enseñe, ni dios nos controle, ni dios nos de una hostia cuando estemos tan subidos que las piernas que nos unan a la tierra estén hechas de papel cebolla. Sabeis, el amor es algo muy fuerte. Increíblemente fuerte. Piensas en un posible ellos no están o dejarán de estar y te erupciona en las entrañas un volcán del tamaño del único universo que te merece el calificativo de vida. No se trata de contar historias sobre mundos rosas, llenos de mentiras y de mediocridad, aquellos en los que las cosas pasan, pero no suceden. Asumiendo que no queda más cojones que aceptar una realidad, yo sólo me cago en dios por no haberlo dicho las suficientes veces. Que les quieres, joder, que les quieres con todo el puto alma.
Abuela, hace algo más de un mes me despedí de tí, en esa cama de ese hospital, y te pusiste a llorar por estar así. Fui la última en despedirme, y te dije, con mi mayor sonrisa y mis mejores besos, que nada de lloros. Que nada de sentirse vieja. Que pronto llegaría el buen tiempo, incluso a Castilla La Mancha, y que a salir a dar paseos y a recordar historias, a que esa pierna tan fea dejase de estarlo. Que no estabas inútil, que eso era sólo una sensación, que no servía de nada. Que te íbamos a regalar otras gafas, volverías a leer libros. Que la próxima vez que te viera, tenías que sonreír como yo.
Espero que, por fin, lo estés haciendo.
Sencillamente no se dice las suficientes veces. Menos aún cuando los kilómetros te separan de ellos, y son tres, cuatro, cinco personas a lo sumo. No se presta atención a lo que realmente vale en esta puta vida. No se merecen los detalles, no se merecen las verdaderas lealtades, no se valora hasta quince lustros después lo que has aprendido de esa gente que te ha cuidado y te ha querido. Sólo se aparenta estar en desacuerdo con sus posibles formas exigentes y sólo caes en el enorme hueco que llenaban cuando ya no están. Nos creemos que estamos aquí por obra y milagro del puto espíritu santo y que nuestras son las formas y los resultados. Y que ni dios nos diga nada. Ni dios nos enseñe, ni dios nos controle, ni dios nos de una hostia cuando estemos tan subidos que las piernas que nos unan a la tierra estén hechas de papel cebolla. Sabeis, el amor es algo muy fuerte. Increíblemente fuerte. Piensas en un posible ellos no están o dejarán de estar y te erupciona en las entrañas un volcán del tamaño del único universo que te merece el calificativo de vida. No se trata de contar historias sobre mundos rosas, llenos de mentiras y de mediocridad, aquellos en los que las cosas pasan, pero no suceden. Asumiendo que no queda más cojones que aceptar una realidad, yo sólo me cago en dios por no haberlo dicho las suficientes veces. Que les quieres, joder, que les quieres con todo el puto alma.
Abuela, hace algo más de un mes me despedí de tí, en esa cama de ese hospital, y te pusiste a llorar por estar así. Fui la última en despedirme, y te dije, con mi mayor sonrisa y mis mejores besos, que nada de lloros. Que nada de sentirse vieja. Que pronto llegaría el buen tiempo, incluso a Castilla La Mancha, y que a salir a dar paseos y a recordar historias, a que esa pierna tan fea dejase de estarlo. Que no estabas inútil, que eso era sólo una sensación, que no servía de nada. Que te íbamos a regalar otras gafas, volverías a leer libros. Que la próxima vez que te viera, tenías que sonreír como yo.
Espero que, por fin, lo estés haciendo.
3 comentarios:
mucho ánimo, para lo que quieras ya sabes...un besazo
Vaya, lo siento.
La despedida ha sido bien digna.
Muchas gracias a los dos
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Hey! Me tryin to meet you
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