15.3.09

Bodies

Abro los regalos con un cuidado supremo para no romper ni un ápice del papel que los envuelve. No soporto que se rompan. Hasta hace poco los alisaba, doblaba y guardaba todos juntos. Cuando era pequeña envolvía objetos de mi casa, los escondía y le pedía a alguien que los buscase y los abriese. A veces simplemente lo hacía yo. A veces incluso pasaban meses y aún seguían apareciendo viejos libros envueltos en alguna esquina. Cuando me ponen una caña en un vaso mínimamente parecido a una copa lo volteo cuando ya queda poca cerveza, como si fuese vino. Siempre me dicen que me falta olerlo, y entonces me río porque el jodido absurdo siempre es sorpresa. Dormir bien acompañada significa darle la espalda estando tan, tan cerca que el hecho de que te rodeen la cintura con el brazo es condición indispensable, necesaria, genial. Cuando estoy con una sola persona tomándome una café o una caña, me pueden las manualidades con servilletas, palillos, sobres de azúcar. Los domingos como éste limpio los aposentos con la viejísima y enorme camiseta del In Utero de Nirvana mientras suena Janis Joplin, después lavo hasta la última esquina de mi cuerpo y, al acabarlo todo, me suelen dar ganas de escribir. Pega un Mellon Collie and Infinite Sadness y echar de menos algo que puede ocurrir. Joder, cállate y sigue.

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