22.7.09

My little piggy

Imagínate una guardería.
Ahí están las mesitas tamaño pin y pon, las estanterías llenas de juguetes blandos y mordidos, el muñeco con media pierna y, en el más alto de los estantes, un ábaco. Estamos en pleno siglo XXI y dudo seriamente que se usen ábacos en las guarderías, pero esta historia va de niños cuya cantidad de años canta que, probablemente, cuando eran pequeños, aún se usasen.
La mayoría de las bolas de ese ábaco quedan inclinadas hacia donde hay una pizarra, garabateada con palitos y figuras indescriptibles. Más allá, cómo no, el cuartito de las siestas. En dirección contraria, el comedor. El patio y los columpios, aún no se les confiere a los de esta guardería. En un mundo donde se adivinase el futuro, se sabría que no iban a saber apreciar los detalles que encierra el verbo
relacionarse. Pero no es un dilema Qué Fue Antes, si el huevo o la gallina. Saberse, se sabe. Otra cosa es usar la excusa como droga. O la droga como excusa.

Digna de especial atención, es una característica la de cocerse un panorama extremista entre los que pululan por esta guardería. Los niños son muy aplicados, y pasarán por encima de cualquiera para conseguir destacar más que nadie. En todo lo demás, resultan un auténtico desastre. En cierta manera, es como si para que una parte quedase al completo, la otra tuviese que quedar al vacío. Los mismos niños, criados como si cada uno fuese el auténtico y único mañana, pelean con uñas y dientes (de leche) hacia su rival más próximo, incluídas las hormigas, si les suben por el brazo. Están como auténticas cabras, y ya en sus cumpleaños empieza a disminuir el espacio de tarta sin velas. Crecieron hace ya, pues, en forma física, y por supuesto, en inteligencia militar. Lo cierto es que jamás se han enfrentado a un enemigo real, más allá de la amenaza de poder ser superados en cualquier ámbito de sus vidas. La táctica, entonces, es verbal. Envidias que llevan a traiciones, manipulaciones y lenguas víparas... todo servido al más puro estilo italiano.

Como un descontrol de esfínteres llevado al extremo siguen meándose en cualquier parte, sobre cualquier cosa. ¿Su vejiga, digna de una Diosa a la cual el castigo le resulta innecesario, blasfemo?
"Mamá, la culpa es tuya por tenerme".


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