16.9.09

Future as a statue in a fountain

Te rodean los rascacielos y sólo puedes pensar en todos los que aún te quedan por construir. Te sientes diminuto e insignificante porque alguien ha sido capaz de crearlos, sostenerlos, demorarlos, estirarlos. Y tú, en la base realista, miras hacia arriba y te mareas. Es entonces cuando necesitas a alguien que te sostenga un poco. Llámalo X, Z; llámalo necesidad imperiosa y melodramática de vuelta a los cinco años y querer hacer todo ese proceso en compañía merecida.

Pero aún queda. Aún queda nadie sabe cuánto y nadie sabe muy bien cómo, con ese maldito cuento de que jamás mires hacia atrás y sólo divises el horizonte. Un sin sentido para un contexto en el que el vicio marca la historia: mira al instante preciso y a la recompensa mínima y rápida que obtienes con los sostenidos y bemoles de rigor.

En medio de mil estructuras gigantes, que de día reflejan la luz del sol hasta ser invisibles y de noche emiten luces que invitan a volar hasta estrellarse contra ellas en analogía de moscas trasnochadoras, es decir, mosquitos. La gente viene, pasa, se gira, se tropieza, analiza su propia forma de andar mientras observa la del que va delante; un escaparate interesa, en el siguiente siempre hay un olor raro, el caso, el tema, es que lo único que quiere en este minuto - si la cámara lo enfoca intentará mostrarlo- es comer un poco de pan con algo caliente dentro, y pedirle al del puesto que eche de todo menos cosas picantes; seguir tan centrado en este instante que a la mierda todo lo que no sea un poco de pan, algo caliente en su interior y aquello que tenga que hacer para conseguir el próximo.

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