2.12.08

Mediocreland

Hoy he estado en el Hospital General de esa insípida ciudad que es Ciudad Real. Porque mucho no se puede decir que tenga, menos campos abiertos everywhere y un frío de tocarte los cojones y quedarte ahí. Y lo de insípida ciudad lo dice una pseudo almeriense, sí.

El caso es que el jueves ingresaron a mi abuela por insuficiencia cardíaca (igual va a ser de familia) y mi hermana y yo, como buenas nietas, hemos ido a verla. Sólo estaba inamovible porque tenía las piernas hinchadísimas, no eran piernas, directamente, pero debía estar allí medicada en vena unos cuantos días. Mi abuela siempre ha sido un poco bastante muy débil, mentalmente hablando, y si llegas a los 80 siendo de esa forma, la cosa no hace más que dispararse a mayor velocidad que cualquier puto tren bala de Japón. Anyway. La bendita SS del bendito país en el que vivimos en el cual el dinero se gasta en autonomías y tocamiento cojonal del gobierno, te otorga el gran chollazo de tener de compi de aventuras en la habitación de hospital a otro paciente. Probablemente, en el caso de que seas anciano, otro moribundo. Añádanle el plus del aire que ahí se respira. No aire literalmente, sino aire de espíritu, de ánimo, de... hostia puta, deprimente con todas las letras y acentos posibles. Pues bien, la compañera de mi abuela era una señora de 90 años, muerta en vida, con una carita increíblemente demacrada pero eso sí, las dos mínimas frases que ha tenido que decir ante la incisiva insistencia de la enfermera con un yogurt las ha dicho firmes y claras. Una señora de 90 años, ahí sola. ¿Por qué, oh, Ba, dices que sola, si apenas has estado tres horas ahí? Pues porque de repente, sin una jodida pregunta al respeto, ha entrado una celadora y, sin más, ha dicho "venga, que nos vamos". Le habían dado el alta ya. Y el hijo de la anciana, un importante mequetefre de no sé qué hostias, había dicho, al teléfono, que "bien, que la llevasen a casa, que allí habría alguien para aguardarla". La celadora, al oír esa información que, por cierto, se la ha tenido que dar la mujer que cuida normalmente a mi abuela, ha puesto cara de pedo y con un importante cabreo y gran tono de voz ha declarado que ella no pensaba ni por asomo recoger la ropa de esa señora, así como que ni ella ni los enfermeros la vestirían. Con las mismas, ha empezado, junto con otro enfermero a la altura de borde, a meter la ropa que han encontrado hipotéticamente suya en una puta bolsa de basura. Encima de su cama. Encima de sus piernas. Con cero delicadeza. Y aún menos para mover la cama se han guardado de pegarle cuatro hostias con las dos sillas que se han encontrado a su paso. La pobre anciana, que estaba durmiendo, se ha despertado en medio del traqueteo anterior. Con dos huevos.

¿Y estas cosas por qué pasan? Porque antes, por lo visto, hace mucho, cuando mi memoria aún no existía, y probablemente ni siquiera lo hiciese yo, la gente sabía CUÁL era su trabajo. CUÁL era su posición. QUÉ tenía que hacer, y QUÉ no tenía que hacer. Más que eso, QUÉ tenía DERECHO a hacer, y QUÉ no, por puro puesto en la pirámide, condiciones y conocimientos. Great. Ahora trabajos como el de esa celadora, o enfermera, o el recoge pepinos de piel de color blanco resultan ser merecedores sólo de inmigrantes, porque oh, cómo vamos, nosotros, con tal intelecto, tal pose, tal definición de señoritos vagos de mierda, cómo vamos a trabajar en esas cosas, cómo vamos a limpiar personas, o agachar la espalda, o quizás directamente tener humanidad. Puede no gustarte una mierda tu trabajo, y también puedes tener unos putos principios básicos entre los que se incluya el hecho de que, en la situación de la anciana, te salga humanidad, y no otra puta historia. Y eso no es ningún jodido ánimo de mundo piruleta.

So? Ahora el personal se pone una bata y se creen que son médicos. Se doctoran y se creen que son catedráticos. Nacen, se lo dan todo comidito, mientras tanto se supone que crecen, y obtienen las cosas con la mitad del esfuerzo que antes, con lo cual se genera una jodida conciencia de que, a ese precio, todo dios puede ser cualquier cosa. Al mínimo precio. Por la puta cara. Pues NO. Coño, no. ¿Qué se lleva? Ser mediocre, y demandar los derechos y ¿deberes? del que no lo es. Del que ha sudado cuatro putas veces más que tú, del que tiene más habilidad que tú, del que, sencillamente, ha elegido hacer lo que mejor sabía hacer, y luego, aún así, se lo ha currado.

¿Y dónde coño empieza todo esto? Desde pequeñitos. Desde bien pequeñitos. Olvídate de poner millones de excusas anteriores a eso. No, lo que probablemente harás será eso, excusarte, y después actuar en tu conforme contradicción.

¿Y cómo coño solucionarlo? Me vais a permitir medidas bastante bestias para ello. De repente no me asusta para nada el término facha. Si a la coherencia, de repente, la van a llamar fascista, de acuerdo, soy una fascista. Que os folle un puto pez ya, dios.

This is Spain. Mediocreland.


2 comentarios:

A las 12/02/2008 11:44 p. m. , Blogger Quico ha dicho...

Amén, vivimos en mediocreland.

Siento muchísimo lo de tu abuela. Y enorme el texto, por cierto.

Un besoide

 
A las 12/03/2008 11:48 p. m. , Blogger El fumador ha dicho...

De primeras, sublime la frase de "si eres anciano probablemente tu compañero de habitación sea otro moribundo". Maldito humor negro, porque la frase evidentemente no tiene ni puta gracia (ni la frase ni la situación), pero me ha esbozado una sonrisa.
Segundo, sobre la mediocridad en general de este sacrosanto país, esta gran nación... En fin, mi opinión de los políticos que nos ha tocado vivir ya la conoces. Y del sistema de pensiones también, ya que le podemos aplicar lo que hemos dicho antes de la mritocracia (jum... otro debate para la próxima hamburguesa :P)
Y tercero, brutal texto.
Ah! Y cuarto... thanks for the dineer :)
(quinto, sexto y demás, en privado xD)

 

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