1.4.10

Die Zauberflöte (I)


Sabía yo que el día 1 de Abril, como si fuese el tirón de agarre de la primavera (y hasta aquí el apartado moñas), iba a hacer un solazo y una temperatura dignas del cuadro. Así que lanzarse al Central Park y andar, andar, andar, era la única opción posible. Joder, QUÉ COJONUDO ES. Los árboles aún no están florecidos y son ramas desnudas con las que Tim Burton podría hacer diez apartados sombríos de su próxima película (con suerte, Big Fish sale a la superficie).
Hay muchas zonas en las que no dejan pisar el césped porque aún está creciendo. Hace un frescurri de repente que te recuerda que la cosa aún está a medias de creérselo... pero es Central Park. Es gigantesco, es inabarcable. Pero vive dios que no hay parque que lo supere, excepto quizás los japoneses... pero no, en una urbe como ésta, ni de coña.



Totals, que yo me voy a duchar y a vestir de princesita para ir a la ópera... porque soy muy chic y me encanta cierta música clásica. Y hoy, precisamente, desde hace unos cuantos meses, tenemos entradas para La Flauta Mágica, de Mozart. Mi obra por excelencia, mi definición de lo que la música significa para mis entrañas. En la Metropolitan Opera House, osease, la crème de la crème de las pastelerías. ¿Qué coño puedo decir? Que a quién le importa todo lo demás en este preciso instante. Sólo relucen las cosas buenas, y eso es lo que tiene que ocurrir.

Yiha. Yiiiiiha.


Etiquetas:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Hey! Me tryin to meet you

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio