August. 3 A.M.

Y entonces haces "plof", y de vuelta a la Tierra una vez más. No es que uno se defina por estar anclada a ella, en el bendito excusador tono de la metáfora, pero quizás una cosa media sea la que se aproxime, por aquello de las conclusiones. Hay gente con la que conectas sin más, gente con la que intuyes que en un cara a cara la cosa sólo podría mejorar. Hablas de cine, de música, de viajes y de rulos de una forma que sale sola pero que es especial. Nadie se las da de entendido, nadie necesita demostrar nada y no existen las ganas de anteponerse a la sabiduría chaparrera de nadie. Es algo que sólo se consigue cuando el interés sexual para con el otro es nulo, bien sea por A que por B, o al menos es lo que en mis veintiún años he ido observando. A los pocos minutos, les estás contando tu vida y quizás ellos a tí la suya. En media hora, eres capaz de transmitir el insecto "X" circunstancial (aquí entraría el apartado rulos) que quieres soplarte de encima, y eres capaz de transmitirlo porque hay empatía suficiente al otro lado como para captarlo todo. Y no es una conversación aburrida, no es un "y ahora dime qué hago", nada de "te lo cuento y tú me abrazas". Es una especie de sencillo debate sobre algo que, en ese mismo instante, puede estar haciéndote trizas el interior, pero de esta forma ves al insecto disfrazado de farsante, ridículo y por debajo de tus cualidades por el mero hecho de estar comentando la jugada.

Las jugadas constan de varias partes. Puede que haya gol o puede que no haya ningún gol. Puede que me esté sintiendo perseguida por aquello que más desprecio o puede que esta forma de escribir sea criticada y después usada. Puede que mañana salga el sol o puede que esté nublado. Puede que una foto diga más que mil palabras o puede que mil palabras pretendan tomarme por imbécil, costumbre del ser humano con sus congéneres. Puede que haya quien use sus horas del día para mostrar el show de su ego superficial, en otras palabras, desfile de modelos en su forma física o, de forma más escondida, psíquica. La mala noticia es que se acaba notando, y no todas las opciones incluyen debatir amaneciendo sobre qué fue antes, si el huevo o la gallina.

Cuando te liberas de estúpidas superficialidades, abres los brazos en bienvenida a la vieja estantería en la que dejaste esperando miles de bandas sonoras que sí necesitan especial atención y que casi presientes cómo también extienden sus manitas hacia tí. La liberación de lo que late entre las costillas, cuando se ha visto condicionada a un envase de primera, es el mayor orgasmo del mundo. Has vomitado tantas veces ese trozo de piña que ahora ni siquiera puedes mirarlo. ¿Hay jamón serrano bien curado al lado, no?


Me la sudan las gilipolleces poéticas, los mundos de Yupi y los algodones de azúcar que el hedonismo fácil acaba por anclarte en un psiquiátrico fantasma. El punto álgido del enamoramiento viene cuando, en momentos críticos, dos y dos suman cuatro. Todo lo demás, pollas y coños.