29.7.10

House of F-lies version 2.0.



Living is a problem 'cause everything dies.





22.7.10

And now for something completely different

Bueno, esto toca su fin.

He empezado otra cosa en otro sitio, que continuaré, seguramente, por pura necesidad terapéutica de canalillo. Y cuando sea el momento ya lo avisaré por aquí, que sé que se me lee a oscuras más de lo que yo podía creer, y que algunos de ellos son personas con las que da gusto compartirlo.

Un placer. Sometimes.


Editando: Tenía que intervenir una vez más. ¡Qué mejor manera de poner punto final a esta múltiple primera parte!


19.7.10

I read the news today oh, boy

Nunca hay que demostrar nada a nadie cuando hacia ese nadie, que es el resto del mundo, profesas un respeto, una admiración y una coherencia que eliminan los números de signo negativo, los cuales, efectivamente, sólo restan. Luego está poner un par de rayas entre ellos y decir que el valor es absoluto: a volar bien lejos los signos negativos, aquí llegan los positivos. Pero entonces es una especie de medida a lo bruto, en el símil. Un off with their heads, que les corten la cabeza a los verdugos, asimiliar la morfina o el mdma a velocidad del rayo. O éste, que cae, pero el efecto es tal que no te enteras de nada porque comes suelo a la que tu cuerpo no soporta tal impacto. Siempre es necesario asignar responsables, culpables, herederos de la sentencia de muerte. Hacerlo está tan arraigado a las entrañas como la automaticidad de sonreír ante una imagen aparentemente entrañable. Pero la basura está más allá del vertedero y ni este calor debería hacerla ya oler. Ha pasado ciertas partes de su putrefacta evolución, y si el mismísimo abono está hecho de pura y dura mierda, bien que hace florecer a esa maravilla de la naturaleza con el rojo más pasional nunca visto.

Entonces, ¿qué? Evolucionemos. Porque no se puede destrozar lo que ya no existe. Cuando el empeño en hacerlo es perpétuo, quizá sean ganas de tocar las narices, quizá de tocar los bemoles del teclado de un piano. Y no son leves las diferencias entre ellas.

17.7.10

To share.

Es como si te tragas toda esa historia de la Reencarnación tal y como es vista popularmente. Que el gusano de seda fue un tío que vendía sombreros y que quizá descuartizase a su esposa porque no le hacía buenas mamadas. Y que el león que atrapa a la gacela en realidad fue, hace un par de siglos, un monje pacífico y bondadoso que cavilaba entre monasterios. Yo no digo que en parte no sea cierto, los gusanos que se coman mis restos (si se da tal caso) serán los que contribuyan a X árbol y éste dará frutas y quien sea que coma esa fruta aportará a Y una Z cosa y... sí. Está claro, y es muy fácil ver que no hay quien narices escape de este asunto de solidaridad biológica. Y, de esto, quiero decir que podrías haber nacido ser humano o rinoceronte, que el planeta no se habría alterado en absoluto. Es sólo que dada la diminuta probabilidad de que las cosas sucedan tal y como han sucedido, uno se acuesta sonriendo por las noches. Porque, en general, está todo muy jodido; el león sigue comiéndose a la gacela, el planeta está que hecha seres humanos por la borda y éstos, en vez de hacerse pronunciar poquito, cada vez la lían más y cuando no excrementan rosa y lo pagan matando al hijo de vecino por placer de dos segundos, lo hacen liándose con el mejor amigo de su pareja por aburrimiento existencial y ganas de marcha dramática. Básicamente es muy difícil, muy de coña que todo este asunto esté pasando realmente. Y eso lo hace aún más alucinante.

14.7.10

Prints.


Recuerdo los momentos tan vívidos como si no hubiesen pasado cinco años, sino cinco meses. Lo extraña que al principio me pareciste y cómo no dudé, sin embargo, en irme a compartir la habitación contigo, nada más amaneciésemos la mañana o mediodía siguiente, resacosas perdidas. Esa cutre, pero enorme habitación. Nuestra 107. La del cartel que simulaba al parafraseo de Trainspotting de lo que uno debería elegir en la vida, a modo de cachondeo total. Y cómo después añadimos a esa puerta (o quizá fuese al revés) la fotocopia de las setas alucinógenas que yo saqué de un manual de Botánica de mi facultad de por entonces. Y un par de comentarios escritos en el papel, con boli rojo, haciéndonos las duras; justificando lo que hacíamos dentro. Cómo te echaste a llorar la segunda noche que compartíamos techo, tras un par de horas de conversación sobre hasta lo que entonces habían sido nuestros dieciochos años de vida. Y cómo dieron las cinco de la mañana, tras la víspera de las ocho, mediante risas y anécdotas que contar sobre casi cualquier cosa. Cómo esas noches se repitieron a lo largo de los meses. Veo a Hugo entrando por la puerta justo antes de irse a sus clases a la hora de comer, para despedirse de nosotras mientras nos dedicaba el primer saludo del día. Y, a la vez, veo a Jarocha, llegando de sus clases e incitándonos a comer a la de ya. El maldito ajetreo madrileño, la novedad de salir del nido y el total porcentaje de novedades hacía que todos viviésemos un poco en las nubes, extasiándolo todo, intentando fijarnos en cada detalle para saber responder ante él. Veo múltiples preliminares de noches de juerga y surrealismo: bajar a comprarle litros de cerveza al simpático chino con el que Hugo practicó luego sus avances en el idioma. Sé que han pasado cinco años cuando soy incapaz de acordarme de su nombre. Hacer planes imprevistos, rápidos, hoy vamos a tal sitio, pues mañana hacemos esto otro. Todo, prácticamente, valía. Y el resultado jamás era previsible: una noche subíamos a quince maromos recién conocidos allá por los bajos de Argüelles, otra noche cada una acogía inquilinos masculinos particulares bajo el mismo techo, la tarde siguiente se compartía mesa redonda (esa maloliente y cutre mesa que de la calle llegó llena de diálogos, comentarios, firmas; cada día perdía hueco por el que poder respirar) y éramos siete bajo los efectos psicodélicos riendo sin parar, la mañana siguiente Jarocha abría la puerta de par en par, pegando voces, dando por saco, al típico pensamiento de “Yo no puedo dormir, pues vosotras tampoco”, las comidas de resaca comentando la bizarrada de turno que habíamos amamantado la noche anterior. Me descojono al recordar cómo hicimos allanamiento de morada en la habitación de la anoréxica y me probé sus malditas plataformas puntuación 10 de horteras al paso de "Talón, punta, talón, punta" (Bart dixit). Y recuerdo con un cariño de la hostia el momento de terminar de cenar, subir, hablar de flamenco, colocarnos tres trapos y en dos minutos hacer flamenca la canción de Hugo "Y se rompió el condón", grabarla, ensayarla; sin ningún fin concreto más allá de pasar el rato. No tengo ningún problema en reconocer que aquellos meses son los que más me he divertido en toda la vida. Que ellos eran los brazos que te arropaban por la noche cuando sólo tenías dieciocho años y acabas de llegar a una ciudad enorme en la que no tenías nada. Que la adaptación fue estupenda, que aquello era nuestra salsa, que cada uno aportábamos al pequeño grupo algo inigualable y totalmente necesario. Pero sobretodo, Begoña era mi especie de estrella de la que suelen hablar las mariconadas. La mejor persona que podías encontrarte en una aventura como la que es el primer gran cambio radical de tu existencia, y con quien compartirla. Jamás he vuelto a tener tantísima afinidad con una persona que no se tratase de mi pareja (de hecho, sólo podría compararse con una entre las habidas), mucho menos he conseguido tal confianza en tan poco tiempo con ningún ente del sexo femenino (baste hablar de que, en cuanto al masculino, toda aproximación del estilo no era otra cosa que propósito de un rato en la cama o en el altar a largo plazo. Todavía pretendo corroborar lo contrario). Y ella era extravagante, vestía con trapitos de los que yo me reía en el personal externo, éramos el día y la noche en cuanto a apariencia pero la mezcla perfecta de personalidades. Estudiábamos con música en bajito, y la primera vez que Where Is My Mind sonó, imitamos a capella los grititos de ballena que Frank hace al principio. Y fue ella quien lo bautizó cantar Balleno, comparándolo con cierta película. Veíamos capítulos de Futurama todos apiñados en la misma cama, y nos hacíamos cosquillas y nos abrazábamos y nos hacíamos fotos sin soltar palabra preliminar. La echo, lo echo tanto de menos que me salen las malditas lágrimas cada vez que me acuerdo de ella. Pensar que las circunstancias, los desenlaces y las cosas tan feas que, a veces, no tienen más remedio que pasar en el curso normal de la vida no es excusa. No sirve. Así que creo que, después de cuatro años desde la última vez que la ví, va siendo hora de mandarle un email. Y luego un mensaje. Y luego, espero, un abrazo en toda regla.






7.7.10

Be quiet & drive away

Intrépidamente... rumbo Lisboa. Cinco años después. Faith No More, Deftones, ¿Pearl Jam?, Biffy Clyro, Skunk Anansie... so good.

Otras cosas: Fuck the "J" and its fucking bureaucracy so next year it's gonna be hell, England & Scotland less than a month, water tastes just great.

Now be quite and drive away. Stop thinking.

1.7.10

Boots.

- Quieta, no, no aprietes el gatillo... Oye, por si esto te hace feliz, mi vida está siendo un desastre, soy un desgraciado, mi chica se ha largado con un íntimo amigo mío, tengo insomnio, herpes, he derrochado todo lo que tenía en psiquiatras, y abogados, y putas. Síndrome de fatiga...

- ¡Cállate! Tú y tu puta labia, ¡quién sino me habría convencido para que le hiciera una mamada en el entierro de mi padre!


Oh, por dios. Y entonces pongamos que suena esto, y una dulce y apoteósica estrofa llena los oídos de palabras que saben a que los episodios de guardería están lejos, lejos, lejos...