12.5.08

I am a insect, so

Nunca me había tirado 24 horas en Malasaña. Nunca ese barrio me pareció, de pronto, tan sumamente familiar. Siempre había sido como una especie de "aquel sitio". Ficticio, ligado a etílicas mentes. Si durante el día pasaba por allí, aquello era otra Malasaña. Era realmente un barrio. Acogedor, de repente. Pero entre ayer y hoy algo ha cambiado. El Más Allá despide demasiadas luces rojas. El Alquimista emborracha casi al entrar. El Blue Palma pone la guinda al pastel conviertiéndote en mojito y te recocija en ciertas caras que te miran. Nunca pensaste que detrás de esos portales de esas calles a la vuelta de la esquina escondiesen ciertas maravillas, pero lo hacen. Tachaste todo de bohemio y progre, pero sigue habiendo cosas sorprendentemente al margen. Madrid empieza a gustarme de la hostia. Creo que me hacía falta darme cuenta de la diversidad. Nací junto a esa palabra, y ¿en qué hora permito que se me olvide?

7.5.08

La dama de la guadafia.

No, mira, lo siento pero no. Es como si fueses de mentira. Las caras perfectas me provocan retortijones. La imperfección estalla por algún lado escondido y, de veras, sólo pareces un puto maniquí así. La belleza suprema me empalaga. Como un grandioso plato de huevo frito con patatas. Orgásmico para un rato, efectivamente. Pero como sigas comiendo de él, igual te empachas de la hostia. Combinar huevos y verduras a veces es propio de clímax. Y ya no hablemos de patatas con cualquier otra cosa. No sé de dónde me vendrá exactamente esa manía del empalague de lo aparentemente perfecto. Me suelen dar miedo los maniquíes. No, no es miedo. Es... distancia sentimental. Siempre son conscientes de que son maniquíes. Y en este mundo es imposible que no se quieran, de esa forma, más que el resto de los mortales. Y eso, éso me da un poco de repulsión. Sí, usaremos palabras adecuadas. Seremos políticamente correctos en la vía escrita, porque hablando es como después haremos lo demás. Me temo que soy de puntos extraños. Así mis ojos captan lo extraño. Me pervierte lo extraño. No todo lo extraño, no me jodas. Lo extraño en condiciones. Esos puntos, escondidos. Esos secretos únicos. Me atrae la calma, pero ésa que va deprisa y apenas se nota. Cuando los días pasan, y cada uno de ellos vas descubriendo más y más detalles que te gustan. Ésa es la verdadera belleza. Sí, me gusta que lo mejor se reserve para después. Los despueses son eso que arropa a los deja que esto no se acabe nunca. Ya sé que nada es eterno. Pero no se puede vivir sin fe en algo. Lo que sea. Algo que, por mucho que cambie, será eterno. Por eso me gustan los malditos seres humanos que de entrada no te lo dicen todo. No te dicen mira qué bueno estoy. No te dicen mira qué ocurrente soy. No te intentan demostrar perfección, como si acabases de nacer para creértela. No. Te dicen aquí estoy, y descúbreme mientras te descubro a tí. Aguántame y aprendamos algo útil. Después de eso vendrá despollarse en la cama, como si regresaseis a los cinco años. Si conseguimos pasar por todos los hemisferios y seguir al lado, entonces sí, habremos tocado el cielo. Y eso, eso es belleza. Déjate de hostias. Me gustan las catedrales construidas con cariño, con inconsciencia sana, paso a paso. No los edificios prefabricados sin esfuerzo. Dicen que se caen.


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