You might say I'm losing focus
Verás, querido, tú siempre has buscado el placer inmediato. No como cualquier ser humano, de hecho sí como muchos, pero desde luego con una obsesión muy gore por librarte de todo lo que podrías resumir en negativo. Errores, culpas, cagadas... toda esa bolsa de sucesos. Eres un auténtico artista en esquivar mínimas sillas de castigo, y alimentarte con sucedáneos de comida que no son más que tu placebo personal de supervivencia. Podrías engañar a una masa de cerebros que comparten contigo liberaciones de serotonina, o dicho de otra forma, cachondeo y carpe diems del momento. No conseguiste engañarme a mí y ni mucho menos lo consigues ahora, relevándote por encima del cataclismo, con las nubes mamándote calma, con conclusiones que una pelusa encuentra cuando por fin el viento sopla a su favor y se deposita en su rincón, bien calentito, bien seguro. El secreto, en realidad, no es que yo sea un detector de mentiras que pudiera hacer sonar su alarma cuando capta lo que se propone, no. De hecho los detectores de mentiras, como los tests de la Cosmopolitan y los relativamente reconocidos psiquiátricos no detectan nada absolutamente fiable: el ser humano sabe mentir. Aprende a mentir. Y es totalmente capaz de aprender a hacerlo saltándose toda clase de muestras fisiológicas, aquellas en las que se basa un detector de mentiras. No es que te esté llamando imbécil, todo lo contrario, eres un virtuoso en la materia de la manipulación a corto plazo (los que usas para todo). Y el secreto, de veras, es que te conozco. Fruto de mucho tiempo y millones de caras y hechos diferentes que has plantado ante mí y que son la prueba real para detectar cómo es alguien, ese arte tan quisquilloso como es el de descubrir las relaciones entre las cosas.
Realmente, ¿merece la pena? ¿merece la pena estar incómodo en un sitio y que aunque optes por la estrategia que optes nunca obtengas beneficios? Poniéndonos técnicos, ¿nunca obtengas refuerzo para tirar hacia delante con ánimo, viendo que las cosas, con el tiempo, mejoran si uno se arma de paciencia y de esfuerzo? ¿En qué puta hora empecé a tragarme ese cuento, y de dónde saqué las ganas de hacerlo? Porque ahora no existen. Porque casi doy gracias a estar de exámenes, de terminarlos tan tarde, de tener que pegarme una paliza para no pensar que todo lo demás, a excepción de una persona, no existe. No lo hay. No lo va a haber a corto plazo y preveo que el largo plazo se denomina años luz porque la base necesita de confianza, de tiempo y de convivencia. Y para eso ya no, ya no sirve cualquiera de cualquier noche estúpida en la que comentas lo gilipollas que pueden llegar a ser los de Mogwai o que coincides con alguien a quien no conoces sobre la friquez número X que consigue un buen rato que dura dos horas y que, respecto a más momentos, ahí se queda. ¿Por qué? ¿Por qué tuve que venirme aquí, la jodida "gran" ciudad, en la que todo el mundo está tan solo a pesar de que en su facebook ponga que tiene agregados a doscientos? ¿La "gran" ciudad a la que, si llegas de fuera y no mantienes ritual de secta con los primeros que conociste, ya sabrás de antemano que a la gente que vas a conocer la vas a conocer por etiquetas,
No es que tengas treinta, ni casi treinta, ni treinta y más; no. Tienes los nuevos veinte, y confundes de qué trata lo que persigues como un daltónico un cuadro de Monet. Llama al plumero de las formas que te apetezca, utiliza las conclusiones de tu experiencia para perseguir los órganos sexuales de la verdadera veintena para alzarte, evidenciarte superior en inteligencia y huye, huye de nuevo, huye la vez número infinito; sé el pez que se muerde la cola dejando escapar las virtudes que, representante última tu generación, podrías rentabilizar.
Me da la impresión de que si pones la música (y los libros posiblemente, y el cine, y el teatro, y las cosas que tienen sentimiento y que te hacen sentir) en el centro de tu ser, no podrás aclarar ni en broma tu vida amorosa; no podrás pensar en esa vida amorosa como quien piensa en el producto acabado. Tendrás que pasarte la vida dándole caña, tendrás que mantenerla viva y revuelta; tendrás que darle caña sin parar, desenmarañarla a cada paso, hasta que se te deshaga entre las manos y te veas obligado a empezar otra vez de cero. A lo mejor es que todos vivimos la vida a una intensidad excesivamente alta, al menos los que nos pasamos el día entero absorbiendo cosas de alta carga emocional, y es consecuencia lógica que no podamos sentirnos meramente contentos: tenemos que ser infelices, o si no vivir en éxtasis, en un estado de completa felicidad, y esos estados son difíciles de alcanzar dentro de una relación de pareja sólida y estable. Puede que Al Green sea directamente responsable de más cosas de las que había supuesto. Está visto, los discos me han ayudado a enamorarme, sin duda. Oigo un tema nuevo, con un cambio de acorde que me derrite las entrañas, y sin darme ni cuenta ando buscando una chica, y antes de que me dé cuenta la he encontrado. Me enamoré de Rosie, la de los orgasmos simultáneos, justo después de enamorarme de una canción de los Cowboy Junkies; la ponía sin parar, una y otra vez, y me ponía en plan soñador, y necesitaba una chica con la que soñar, y la encontré, y … bueno, todo un problemón.
Llevo unas semanas coming back to the 90s que ni yo misma me aguanto. Será cosa del Bender que tengo en la boca; me faltan las coletas y la minifalda de cuadros para ir por ahí diciendo que tengo 14 años a pesar de las tres patas de gallo que asoman en mis ojales cada vez que me río. Gilipolleces, que mi madre dice que estoy graciosa. Venga.