I know you don't understand me, but that's the way we do it here
En algún momento de tu vida eras muy inconsciente. En algún momento de tu vida no sé en qué planeta particular andabas que tu confianza en el ser humano - en ese más supuestamente próximo a tí en algún momento - era aproximadamente 200% más de lo que le correspondía. En algún momento de tu vida no creíste posible tanta contradicción - cuando lo que siempre te ha caracterizado es el contraste de los hechos, ironías en carne viva -, y mucho menos te frenaste en situaciones que implicaban poner en juego la salud como primera y única opción. Ya no mental, sino también física.
Mis canciones preferidas de todos los tiempos, by The Cranberries:
Ahora resulta que tener personalidad es tener una especie de cositas claras que suelen desmarcarse de lo que la mayoría del personal hace, dice o piensa. Bien, es la forma de llamarlo. Ahora resulta que yo puedo tener X, Z, Y opiniones sobre el resto de las letras del abecedario, en forma de temas, y tengo la hostia de personalidad. Para ser específica, una directa, clara, borde y fría. Que seamos todos una panda de maricones como generación no es culpa nuestra. Ni de nuestros padres. Es del sistema. Esa especie de cubo de basura al que va toda réplica sentado desde tu sillón que lleva años mamando la forma de tu culo. Lloraste y tuviste tu super camión de diez ruedas ultra potente. Más tarde volviste a llorar y como tenías pelos en los huevos pasaste a replicar libros, películas y música en lugar de ese camión ultra potente. A ver quién tiene los cojones de negar que el tufo huele a que, básicamente, se va a esforzar su puta madre, yo tengo que tener todo lo que quiero caído del cielo. Aquí cabe un paréntesis para esos casos excepcionales. Evidentemente los hay, no hace falta decirlo, a pesar de vivir en un país en el que si uno no da explicaciones de por qué caga, probablemente le llamen fascista. Oh dios, iros todos a tomar por el culo. Así de claro. Que la resaca del tufo sea la enorme dosis de complejos bajo la piel no es excusa. La cosa no va de que el pez ande mordiéndose la cola y el círculo cada vez esté más repasado. Que quizá no tengas ni puta idea de lo que acabo de decir tampoco es mi problema. Compara tendencias históricas - más allá, atrévete en las científicas - y entonces ten el valor de tener algo que decir poniendo una mano sobre la mesa. Hablar parece gratis pero tiene un precio carísimo. Precios. De eso iba el tema, de los precios. De las recompensas y de los castigos. De lo que la humanidad lleva haciendo siglos y ahora parece tener que extinguirse por no sé qué especie de parida de planteamiento inútil y creado por los mismos que mamaron en carnes lo que están provocando con sus teorías. Vaguería. Cero sentido de la responsabilidad. Cero sentido de la empatía. Hijos únicos, e hijos acomplejados por familias que gastan 3000 euros en una televisión panorámica cuando la realidad es que su sueldo no lo permite. Enfermeras que se creen médicos por el mero hecho de saber que la sangre está compuesta de más cosas que de un color rojizo. Enfermedades mentales inventadas. Niñas de dieciocho años tomando antidepresivos porque en su colegio se rien de sus granos. Adolescentes y veinteañeras adorando a Bukowski y aparentando ser enciclopedias andantes rebosantes de sabiduría cuando al menor tropiezo y prueba de coherencia de sus palabras el resultado es bajo cero e inhabitable. Estudiantes recompensados con dinero por acabar sus estudios no obligatorios, pero joder, básicos: Bachillerato. Operaciones de cambio de sexo pagadas por el gobierno, pero extracciones de muelas del juicio a cuenta propia de la persona. Por cierto, ya sé que hay crisis. Ya sé que todo el mundo está cabreado. Ya sé que en este país los malos serán los malos y los buenos serán los buenos la caguen cuantas veces la caguen e independientemente de los intentos de romperle en las narices el velo al que dice saber de política pero no tener ni zorra idea de cómo relacionar o discriminar dos sucesos escritos sobre un papel. No es por nada, pero se necesita para ello. Se requiere, qué coño. Se exige. También sé que esto suena a extremo al borde del precipicio cuando lo único que pretendo es justamente lo contrario. Pero es que es sutilmente fácil ver el blanco donde está el negro, y viceversa.
Ni puntos ni apartes ni sucedáneos que se le parezcan, qué más da, por hoy. Que si está pareciéndose a esto que si a lo otro que si caes 10º de la circunferencia hacia el lado convencional o la música se vitorea por estilos y cada vez te olvidas más de lo que significa sensación y que sencillamente algo te gusta y fuera, la estúpida manía de pasarse el día dando explicaciones de lo único que se separa del sentido de la responsabilidad. Hablar sin saber, y hablar sabiendo, pero lo verdaderamente fácil es que acabes hasta las narices de repetir siempre las mismas cosas y veredictos y el visualizar las entrañas de ese que está sentado a dos metros y aún albergues media esperanza de no acertar y sorprenderte y sí que aciertas y para nada te sorprendes, y de golpe y porrazo es un capullo al que le quedarían lustros para ser flor. Cuando estudié los once créditos de Botánica me pasaba el día construyendo esquemas y post-it y todo a mi alrededor parecía clasificarse por sí solo, muestra de que esos estúpidos extremos alma de ordenador son sinónimo de una ciencia y una pasión que por si nadie lo sabía puede ser capaz de matar al vicio que prioritariamente te atrajo.
Habiendo vuelto de la cojonuda Granada y con los leves efectos de los alicientes allí recibidos, amamantados y cocinados, me apetece cero dar detalles y sí decir... vivir allí un año está en trámites desde ya. Qué coño, no sé cómo no lo he hecho antes. O sí lo sé, pero flagelarse por el pasado empieza a ser una especie de tufo considerable que tiene bastante poco sentido con lo palpable tal que ahora, Madam.